como el Guerra, José, y Vicente Pastor
Yo quiero ser el mejor,
y lo tengo que ser con estilo y valor...
Con esta estrofa empieza la copla que popularizara el malagueño Antonio Molina y que recuerda al torero castellano, símbolo del pundonor y la gallardía.
Escribe Martín Campos
Vicente Pastor y Durán se presentó en Lima la temporada de 1906, durante los meses de noviembre y diciembre. Por ese entonces escribía de toros en el diario "El Comercio", Fausto Gastañeta "Quesevaya" (abuelo del matador Rafael Gastañeta).
"El chico de la blusa" hace su debut limeño el domingo 11 de noviembre de 1906 alternando con Manuel Molina "Algabeño Chico" para lidiar toros de "Caballero", célebre ganadería de la época, propiedad de don Federico Calmet y que diera muchos ejemplares de renombre, según cuenta Leonidas Rivera "Don Máximo" en su libro "Tres Figuras Torearon en Lima", editado en 1965.
Vicente Pastor triunfó aquella vez de su primera presentación en Acho. Toreó muy bien con el capote y con la franela, siendo así que sus grandes dotes de eximio lidiador fueron apreciadas esa tarde. A su lote despachó con sendas estocadas certeras y fulminantes. Estuvo acompañado en todas sus comparecencias limeñas por la cuadrilla integrada por Mateo Jiménez "Canales" y Bernardo Pardal "Bomba", como varilargueros. Peón de brega y banderilleros, el español José María Mata "Pichilín" y los peruanos Toribio Seminario "Mentirilla" y el moreno Felipe Unánue "Fosforito". Completaba la terna de los de plata "Juan Giani "Rubio", a órdenes del célebre espada madrileño. Estos tres banderilleros venían actuando en la cuadrilla de Ángel Valdez "El Maestro" desde 1890, los dos primeros, y desde 1899 el último.
"Vicente Pastor llega a Lima, torero hecho, peros sin fama de grande...todavía, a continuar dictando las lecciones de Ángel Pastor, a seguirlas a dejar con la boca abierta a los aficionados limeños, a demostrar lo que es torear con "el arte de la técnica" llevada casi a su cenit, a su punto máximo, a su final, subiendo muchos peldaños de esa escalera hacia el cielo de la perfección. El arte de la técnica cenital, supone el dominio total del toro. No hay elegancias a primera vista, pero las hay; no hay finuras extrovertidas, pero sí que las hay si las observamos con los ojos de la razón; no hay exquisiteces artesanales de tapices de palacio real; ni tampoco las exquisiteces artísticas con trasfondos de violines celestiales, ni regodeos orgiásticos de goces internos, sublimados, aunque...si observamos bien...también las hay. Porque hay un arte cierto y este es el del dominio .Tú vas por aquí y tú vas por allá. Y tú haces esto y tú haces lo otro. Y ahora te mato. Lección pura. No hay puntada sin hilo. Así se les domina a los toros y así se les mata"; reseña el marqués de Valero de Palma, en su monumental obra "El Toro que vino del mar".
Por su parte "Don Máximo" continúa relatando la presentación del diestro madrileño del barrio de Embajadores, nacido en 1879: "En la corrida del siguiente domingo, volvió a triunfar Vicente Pastor, que conquistó grandes ovaciones, pues reveló aparte de maestría, mucho pundonor y eso que ahora apenas se advierte y que se dió en llamar vergüenza torera".
En efecto, el domingo 25 del mismo mes el "chico de la blusa" alternó con Juan Sal "Saleri" y "Algabeño Chico" ante reses de "Caballero". Ovacionados fueron los tres. Repitió el mismo cartel con ganado del Dr. Jesús de Asín, propietario del hierro de Rinconada de Mala". Ciertamente, hurgando en los archivos del diario "El Comercio" encontramos una referencia a esa corrida que "salió muy mansa y demasiado cara" según afirma "Quesevaya" al referir que se pagó por ella "la fortuna" de 100 soles por cada uno de los pupilos maleños. (Por aquella época la entrada general a Sol costaba como tres soles de oro).
Para la sexta corrida, volvieron a presentarse el mismo cartel, lidiando un encierro conformado por seis toros de diferentes procedencias: uno de Santa Inés; otro de Zapán; otro de La Huaca; el cuarto de Inquisidor; quinto fue de Caballero y el último de Hornillos. Todo un "concurso de ganaderías".
Una semana después, se da la séptima corrida en beneficio de la Cía. de Bomberos de Lima, donde se presentó la terna conformada por Vicente Pastor, "Algabeño Chico" y Francisco Gonzáles "Faíco" que reaparecía en Acho luego de siete años. Se lidió un encierro de La Rinconada de Mala, de juego variado que posibilitó el triunfo de la terna. Hubo un hecho singular protagonizado por las cuadrillas que negándose a banderillear sino se les reconocían honorarios de cien soles, se subieron "al cerezo". "Algabeño Chico" solidarizándose con ellos permitió que Saleri, quien estaba en el callejón, y Faíco, fuesen quienes ejecuten el tercio con los palos.
Como cuenta el doctor Carlos Bazán Zender en su magnífico libro De Toreros y Gitanos: "Pastor venía de un bajón en España y su gran temporada en Lima le permitieron remontarlo de vuelta a su tierra. Era pues, Acho, una -plaza que sumaba-. La afición se rendía ante su gallardía, seriedad y honradez. Con el capote sabía bregar y quebrantar a los toros doblándose con ellos metido en los costillares. Causaron admiración sus ceñidos pases por alto y el mostrarse como eximio estoqueador. Se retiró en 1918 seguramente apretado por la forma como Belmonte y Joselito acaparaban el dominio del toreo y de la fiesta."
Vicente Pastor, al que se le conoció con el remoteque de "el chico de la blusa" pues en las capeas se había ganado el mote debido a que toreaba con una blusilla con la que muchas veces recortaba a los toretes y vaquillas, toreó en Lima por última vez el 30 de diciembre de 1906 dejando por siempre una gran impresión por lucir ese toreo serio, muy castellano, exento de florituras, ni de adornos ni mucho menos de alivios. Fue, el suyo, un toreo pródigo de verdad. Gustó mucho en Lima que para entonces no había visto nada igual desde Ángel Pastor ese dominador por excelencia de los toros que estremeciera la Ciudad de los Reyes décadas antes.
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