Escribe Martín Campos
Con casi cuarto de entrada se dio la novillada que
marca el inicio de la Feria del Señor de los Milagros, la tarde de ayer domingo en la Plaza de Acho con la presencia del
español Angel Sánchez, el mexicano Román
Martínez y el peruano Carlos Cabello ante novillos de la ganadería de La
Centinela desiguales, aquerenciados, mansurrones, muy
complicados faltos de casta como de presencia para Acho, salvo el quinto y
sexto. Ni para decir que fue dura la novillada pues si acaso, ésta debió tener
algo que dar y lo que dio solo fue mansedumbre y peligro sordo. Quizás requerían ser tocados en su abrigo y eso no fue entendido por los noveles.
Para destacar antes de entrar en la reseña de la actuación de los toreros, la presencia en la plaza del maestro valenciano y último Torero de Lima, Vicente Barrera que estuvo en el callejón y fue muy saludado por los que lo vieron, muestra más de que el título que ostenta en nuestra ciudad es indiscutible por la afición peruana.
Para destacar antes de entrar en la reseña de la actuación de los toreros, la presencia en la plaza del maestro valenciano y último Torero de Lima, Vicente Barrera que estuvo en el callejón y fue muy saludado por los que lo vieron, muestra más de que el título que ostenta en nuestra ciudad es indiscutible por la afición peruana.
Angel Sánchez, de rosa y oro, ha estado por encima de su lote. Al primero
que abrió plaza de nombre “Marquéz” que sale suelto y desentendido, a base de
dominarlo con mando y oficio le inicia la faena mostrando maneras de ser torero
placeado. Con poder, pudo extraerle lo que el novillo casi no tenía. Enterado
desde la víspera que se lo quiere ver en Lima, echa todas las ganas pero su
esfuerzo no encuentra correspondencia en un manso y deslucido oponente. El utrero aparte de incierto se desentiende y
rehúye toda pelea en signo de mansedumbre. Va por la espada y coloca
pasada, lo termina con el crucetazo. Saludo.
En su segundo que estuvo más en tipo de toro, al recibirlo
con la capa casi pierde el paso. El quite es por verónicas que remata con la
revolera. Se luce el banderillero Diaz con los pares. Tras un inicio en el
tercio rodilla en tierra, son los muletazos lentos y con sabor. El morito tiene
mejor condición que sus hermanos y le permite mostrarse más al colmenarejo que
deja oír la música. En los medios hace gala de mejor oficio que hace notar su
mayor recorrido. Hay una buena serie de muletazos que marcan la diferencia. Decae
el asomo de intensidad que hubo al comienzo al terminar aplomada la res. Un
pinchazo hondo y estocada ligeramente desprendida dan cuenta del bicho.
Román Martínez, vestido de habano y oro, estuvo en novillero hasta donde se produjo
el percance de ser arrollado por el novillo y haber quedado conmocionado en el
suelo a merced del astado. El
utrero que salió segundo de nombre
“Dormilón” mansea y dificulta. Coge los palos y coloca un buen primer par
dejándose ver. Al segundo entra de dentro por fuera y es cogido sin
consecuencias. Enrazado el torero va por el par restante que pone al violín. El
público reconoce su entrega y está con él. Brinda en los medios lanzando la montera al
aire dos veces intentando que ésta caiga del modo que dictan las cábalas. Gesto que no corresponde en Acho por lo que
se protesta. Trata de llevárselo a los medios pero resulta casi imposible. El
utrero acusa rajarse y buscar el abrigo de las tablas. En sus terrenos pases
sueltos que no dicen nada, le echa la cara arriba y solo se defiende. Manso
descastado imposible. Pega dos gañafones
que lo desarman. Aquerenciado el utrero le avisa en dos ocasiones pues viene
vencido por el derecho. Pretende
compensar la dificultad el torero con alardes y desplantes de rodillas lo cual
el público protesta, pegado a tablas muletazos dejándolo pasar que remata con
el de pecho a duras penas. Pinchazo , estocada y descabello tras aviso y varios
intentos terminan con el marrajito.
En su segundo que salió en quinto lugar, el más hecho del
encierro, en tipo de toro y que remató los burladeros de salida y metió en la
monta de Yaco al que terminó derribando, siempre en actitud de novillero
consciente del ruedo donde actuaba y ante la movilidad que mostraba el novillo le instrumenta en el llamado quite las siempre vistosas zapopinas, logra la
primera y cuando pretendía repetir queda muy cruzado y el animal se lo lleva de
encuentro pasándolo por encima como un papel. Fortísimo golpe recibe el torero
mexicano del que se conmociona y no reacciona. Momentos de angustia al verlo
inerte en la arena. Llevado a la enfermería no volvería a salir, fue conducido
a una clínica local para realizarle exámenes de rigor. Angel Sánchez por ser el
más antiguo se hace cargo de lo que resta. Antes se desmonteraron David
Zorrilla y Denis Castillo tras ejecutar buenos pares cada uno. En el último
tercio el burelito se descompuso, decayó mucho y terminó parado lo cual no fue
óbice para que Sánchez siguiera mostrando su buen oficio y dejando claro lo
suyo. Si se le notó placeado y solvente con las telas, su talón de Aquiles fue
con el acero. Marra nuevamente y luego de pinchar arriba, deja un pinchazo
hondo que no basta por lo que coge el descabello un par de veces.
El peruano Carlos Cabello, de pavo y oro, llegaba con mucha ilusión a su
cita en la primera plaza del país. Decisión la tuvo y como sus compañeros
mostró raza de novillero, esa avidez y actitud que se reclama a quien pretende
algo en esto. Pero es evidente que con solo intenciones no alcanza. Patentizó
el nacional la realidad que enfrentan los toreros nacionales, el poco bagaje y
recorrido por una falta de oportunidades en su propio país. Con apenas tres
paseíllos previos en plazas formales como son Celendín, Chota y Cutervo es
claro que llegaría a Lima con el sino de menos placeado que sus alternantes. No
obstante, para resaltar como ya dijimos, su actitud.
Con el que salió tercero “Pauqueño” que fue muy complicado,
dificultó en todo momento estar con él. Prácticamente no permitió oportunidad
de hacerle algo bueno tanto al novillero como a la peonería que pasó apuros
excediendo los capotazos que fueron interminables. Brindis emotivo a su
progenitor. El primero se lo pasa con un desdén a media altura, si le bajaba la
mano lo componía. Intentos por meterlo en muleta pero sale suelto e
indiferente. Pases sueltos y una trincherilla. Se descubre en uno y es
levantado aparatosamente. Vuelve a la cara del utrero que se la echa arriba en
cada pase y se defiende con descaro. No hay mando y el novillo que ya le ganó
el paso hace por él. Media estocada y es
arrollado por la res cayendo en la cara misma felizmente sin que lo busque.
Palmas. Otro que pasa a la enfermería, luego nos enteramos que rompió
ligamentos de la rodilla izquierda.
Visiblemente adolorido y con vendaje en la rodilla sale para
hacerle frente al que cerraba tarde, otro desentendido, manso y reservón que
tardeaba por lo que no tuvo más remedio que cederle a la cuadrilla el ocuparse
del último pupilo de La Centinela, hierro que por segundo año pega el petardo
en Acho y que poco favor le ha hecho a un torero nacional que, como todos, se
ilusiona con debutar en la primera plaza y feria más importante del país.
Acusando notoria molestia por las palizas recibidas y ante la impotencia de no
tener tela con qué cortar, aliña y coloca tremendo espadazo en toda la yema.
Entendedor de los apuros y predisposición del de casa el público lo despide
entre palmas.
Comentario a modo de pie de página diremos que una cosa es ser exigentes con matadores de toros cuajados que cumpliendo con la etapa previa de pasar por el escalafón menor y dar el paso siguiente luego de alternativarse, resulta distinto cuando se trata de novilleros, que si bien es cierto deben estarlo siempre mostrando actitud y esas ganas por comer todo, lo cierto que con el tipo de ganado como el soltado ayer ni aquí ni en ninguna parte podría ser posible. Nadie pretende que un torero se lleve el percance, el toreo no es eso, sino arte excelso donde la conjunción del binomio hombre-animal lo hace posible. Si falta esa sinergia en uno de ellos todo intento carece de existencia.
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Fotos: Martín Campos
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© Bocaderiego ∕ 2017