Escribe Monseñor
Ricardo Coronado Arrascue (*)
El año pasado por estas fechas, no se nos había ocurrido la idea de
organizar un festival taurino en «El Vizcaíno». No había precedentes para tal
evento, y tampoco quizá una motivación clara. Hoy, sin embargo, la motivación está a la vista: cualquiera que
sin distracciones pasea la mirada por la Plaza de Armas de Chota nota un gran
vacío. Falta la iglesia. ¿Por qué? Porque la que había, que databa de 1912,
estaba a punto de colapsar. Además Chota, como Sede Episcopal, exige una Catedral.
Nunca antes la había tenido. La que se usaba como tal no tenía la seguridad ni
menos las características para cumplir con ese propósito.
La idea de un festival benéfico surgió en la barrera de la misma plaza de
toros en donde se discutía el merecimiento del escapulario y demás trofeos para
los que actuaban en la feria de “San Juan Bautista”. La idea, propuesta por el
aficionado Orlando Vallejos Díaz, realmente fue tomada con escepticismo, con
pesimismo. Pero la sugerencia, por su sagacidad, no dejaba de resonar con
insistencia cada vez más convincente. Una vez expuesta la idea a uno de los
ganaderos notables que participaban a la sazón, don Aníbal Vásquez Nacarino, de
Paiján, el itinerario emprendido ya no tenía retorno: «piedra y palabra suelta
no tienen vuelta». Ahora sólo había que poner fecha y ponerse a trabajar y, sobre
todo, convencer a muchos.
Había varias fechas posibles: la primera que era casi obvia, después de la
feria taurina y chotana por antonomasia, era el 8 de diciembre, día de la
Patrona, la Inmaculada Concepción. Pero bien sabía que hallaría una resistencia
de la que yo mismo era parte: La Virgen en Chota nunca ha querido más que sus
novenas, la devoción y el amor de su pueblo… y además los obispos nunca vieron
con benevolencia que se pusieran añadidos de ningún tipo a esta solemnidad.
¿Qué fecha proponer entonces? El primero de noviembre. Y razones sobran; pero
hay tres indiscutibles. El primero de noviembre el P. Juan Ramírez, fundaba
Chota en 1552. Además, «Todos los Santos» ha sido el título de la Parroquia de
Chota desde tiempos inmemoriales y será el título de la Catedral que se está
erigiendo. Por otro lado, es feriado, no hay conflicto con las celebraciones en
Acho y los taurinos que pueden acudirían sin grandes esfuerzos.
Quedaba, no obstante, trabajo por hacer: necesitábamos antes que nada el
fundamento de la fiesta, los toros, novillos en este caso. El primero en
ofrecer con gran generosidad un novillo fue el ya mencionado don Aníbal. Y sin
dudar se sumaron don Jorge Villacorta Díaz, cuyos apellidos tienen prosapia y
contenido histórico chotanos. No menos pronta y generosa fue la respuesta de
don Hernán Vásquez de Cajamarca. Ellos eligieron para la compra de sus novillos
la ganadería de su preferencia, Paiján. Sabemos, no obstante, que hay otras
prestigiosas ganaderías en el Perú. Se acudió a varias de ellas y hallamos la
respuesta magnánima de los ganaderos Manuel y Orlando Sánchez Paredes. Sus
divisas ondearán en sendos ejemplares. Con la ansiedad del correr del tiempo
era hora de presentar un cartel atractivo, y el primero en ofrecer su
participación fue don Emilio Serna, ya conocido en las plazas del Perú; pero no
sólo nos ofreció torear; su amigo, don Rissell A. Parra Céspedes, nos donó uno
y luego otro, finalmente: ¡dos ejemplares!
Inesperadamente don César Azabache Soto, de España, apoderado de notables
diestros se puso en comunicación. Ofrecía los toreros que hicieran falta y
optamos por dos con fama y carisma reconocidos en nuestro coso y otros vecinos:
Salvador Cortés y Oliva Soto. Salvador Cortés no pudo venir y con la mayor
voluntad lo sustituyó el venezolano, Fabio Castañeda, a ellos se añade el nacional César Bazán, el
Yeta.
El principal objetivo es recaudar fondos para la Catedral. Personas con una
cultura ilustrada advierten el significado de este proyecto. Una catedral es la
edificación más importante de una ciudad. A su sombra se consolida el carácter
de una sociedad: Cracovia y la Catedral Wawel, Roma y San Juan de Letrán,
Colonia y la catedral de san Pedro, Moscú y San Basilio, y un número enorme de
ejemplos testimonian el significado histórico, arquitectónico, cultural –por
supuesto– litúrgico y teológico de una edificación de ese carácter. Asociar el
esfuerzo personal en este propósito es entrar de un salto en los anales de la
historia.
Pero se podía seguir soñando ¿se podían añadir otros objetivos aunque fueran
menos grandiosos? Claro, porque también son nobles. Promover la tauromaquia y
las figuras nacionales, se nos antojaron como muy legítimos. Sabemos que
estamos en un tiempo en que la post-modernidad en el sentido más peyorativo del
término, sólo conoce los términos de diversión, utilitarismo, placer, etc. como
los que pueden dar significado y validez a una actividad. Sacrificio, drama,
valor, integridad son términos que escasean en el vocabulario común. A esto se
añade la convicción de que lo legal es lo moral. Es decir, vía legislativa se
dicta la nueva moral de consensos. Los católicos creemos que quien define el
bien y el mal es Dios. Nos dice a quién o qué debemos amar, adorar, servir...
En las determinaciones más importantes de la vida, en nuestro devenir
existencial, el Estado no puede imponernos principios morales; ni definir quién
es o no nuestra familia, qué estado de vida elegir... Pero ahora pareciera que se reclama desde los
sectores menos sospechados que el Estado totalitariamente nos diga qué es moral
y que nos defina la vida. Pareciera que los toros se convierten en ese reducto
de libertad en donde el drama de la vida y la muerte, no produce placer, pero
sí impresión estética. Es una confrontación tan grande con la realidad
existencial del peligro, dolor, muerte, que en la mente modernista y relativista
no halla dónde ubicarlos y se responde con la prohibición.
Pero había más: Chota hasta ahora ha contemplado a figuras y ganaderías
consolidadas. ¿Podría convertirse en un lugar donde se promoviera a las figuras
emergentes también? Un festival es el espacio ideal: matadores cuajados junto a
los que empiezan con sus esfuerzos era la respuesta más adecuada. Y surgieron
los nombres de Luis López, que da ya pasos muy firmes, Carlos Cabellos, para
quien sus sueños empiezan a ser más palpables y la recientísima y joven figura
de Nicolás Vásquez de las Casas.
¿No era para entusiasmarse? En los pueblos de nuestra sierra los toros son
por siglos parte integrante de su identidad. Lo demuestra los más de 700
festejos taurinos que se celebran al compás del calendario litúrgico. Chota es
un ejemplo más que insigne de esta realidad. ¿No era para celebrar? Catedral,
Plaza el Vizcaíno, Todos los Santos, Fundación; cada uno motivo suficiente para
arrobar el ánimo en un gran festejo que no sólo legitima el entusiasmo, sino
que ofrece un espacio de afirmación valiente para expresar nuestro estilo de
ser peruano, cristiano y solidario, al estilo de Chota.
(*) Vicario Judicial en Colorado Springs, Colorado, USA
Muchas gracias estimado Monseñor por su colaboración en este portal y felicitaciones por su exitosa y altruista labor.
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